lunes, 2 de junio de 2008

La Vergüenza


¿Hasta cuándo tendremos que aguantar esta situación? ¡Es una vergüenza! Es una frase que, desgraciadamente, oímos hasta la saciedad. Todo ello es debido a que hay personas que tienen vergüenza, pero no la usan; no es ni más ni menos que una ponderada extorsión que notamos por no proceder o por fallar a otras personas mostrando la desnudez de nuestro interior al sentir que no hemos obrado correctamente.
Un sentimiento, una insuficiencia íntima de autoestima, produciendo desasosiego, ansiedad. La timidez con que hemos actuado ha derivado a un retraimiento, ¡es una turbación oculta!, muy distinta a la culpa, cuando esta se produce nos auto penamos por falta de dominio, "la vergüenza cuando sale ya no entra".
Existe una vergüenza espontánea, que nos mueve a embellecerla. Se origina en la adolescencia, en la conquista del primer amor.
Es paradójico que cuando llega nos sentimos avergonzados, pensamos que hemos "metido la pata", deseamos que hasta nos trague la tierra, porque se nos cae la cara de vergüenza. Es una de las amarguras más dolorosas que padece el ser humano.
También solemos encubrir situaciones que no deseamos afrontar, convirtiéndonos en implicados, respecto a situaciones que queremos ocultar ("vergüenza ajena" por situaciones familiares... alcoholismo, drogadicción etc.). El antagonismo se da en aquellos que, por su albedrío o forma de actuar, parecen personas sinvergüenzas; la utilizamos como una de las ofensas más descalificadoras y la aplicamos al que creemos más libertino o más falto de moral.
Han existido castigos muy despiadados durante ciertas épocas en los que se obligaba a las personas a sufrir escarnio, destapando en lugar de tapar lo que se ha dado en llamar las "vergüenzas". En estos casos los reos sufrían más que con un castigo corporal.
"Cuando los que mandan pierden la vergüenza los que obedecen pierden el respeto" (Confucio). Esto conduce a que en un país bien gobernado nos cause vergüenza la pobreza y viceversa. ¡No será tan buena la riqueza cuando el que la tiene se avergüenza de decir que la posee!
En muchas ocasiones los políticos actúan de una forma cínica, hipócrita, rayando en la corrupción; todo ello, a costa de lo que sea, para mantenerse en el cargo, una forma amoral, que consiste en llegar al éxito de cualquier modo. Para eso se necesita perder el apocamiento.
A lo largo de la historia ha habido políticos que en su intento de separar naciones construyeron una barrera infranqueable que pasó a la historia a llamarse como el "muro de la vergüenza". Hoy no hace falta que ese muro sea de hormigón, puesto que día a día se erige de forma subliminal; hace que en nuestro subconsciente se forme aún la idea de dos bandos en los países que nos proclamamos demócratas. Ello hace que no sintamos vergüenza sino ganas de llorar, porque la vergüenza también se siente por impotencia de no poder hacer nada al respecto. Si sabemos que el mundo va irremediablemente al caos por un consumo desbocado, tendremos que recurrir al "rubor", (en este caso necesario), para evitar peores males. Dicen que "más vale ponerse una vez colorado que ciento amarillo". Los electores no debemos mirar para otros lugares avergonzados por aquellos a quienes hemos votado. Debemos estar orgullosos al ver que las leyes funcionan, que la corrupción desaparece, que no existe malversación de fondos, que el terrorismo no existe, en definitiva, que España va bien...
No debemos empeñarnos solo en corregir errores del pasado, sin tener la solución de un presente, "lo que empieza en cólera acaba en vergüenza". Sintamos de verdad vergüenza propia que es lo último que se pierde... o se debería de perder.
* Escritor