Como hijo del fundador Juan Morales Rojas del Colegio Nuestra Señora de la Fuensanta y como antiguo alumno, me siento muy motivado para escribir algunas palabras en este significativo momento del cierre del Colegio. No existe nada predeterminado que haga que esto se produzca, Empezó un 23 de Enero de 1950, se materializaba así uno de los grandes anhelos del barrio de la Huerta la Reina, preocupada de la educación de sus hijos y de preservar el acervo cultural, llegó de la mano de mi padre a la calle Goya nº 2 y años más tarde se enclavó en la calle Luis Ponce de León, 21, el colegio de Don Juan como se le llamó y se le llama todavía en tono cariñoso, establecimiento educativo formó mi niñez y juventud de nuestra ciudad y la zona.
Sobre los sólidos cimientos del Colegio, mi Padre, decía que una sed de enseñar en su alma llevaba, le animaba el ferviente deseo de que este colegio formara auténticos alumnos y a la vez íntegros ciudadanos académicamente bien preparados para continuar estudios superiores.
El papel de los profesores ha sido fundamental para llegar a las realidades educativas y que a través de la enciclopedia de Álvarez nos impulsaba a conocer un nuevo mundo más humano, justo y solidario.
Este es el espíritu que ha prevalecido entre profesores y alumnos. Eran auténticos esfuerzos comprometidos en realizar el trabajo diario.
Mi Padre tenía el corazón abierto para los grandes problemas de la zona, para su progreso material, y también para su progreso espiritual e intelectual.
Cuando surgió la necesidad de tener un Colegio propio para los niños, fue él quien inmediatamente empezó a gestionar, a pedir, a sacrificarse, sin descanso hasta que fue una bella realidad el Colegio al que no dudó un momento en bautizar como Nuestra Señora de la Fuensanta. Fue su religión, su fe y entrega docente las que le impulsaron a trabajar con los alumnos.
Afortunadamente puedo decir que el espíritu que orientó a mi padre, prevalece en el colegio desde que mi hermano Juan Carlos Morales se hizo cargo de la dirección por jubilación de mi padre, siempre ha mantenido un carisma que no debía perderse a pesar de las dificultades que han podido presentarse.
Sin duda alguna la tarea emprendida y continuada por ellos es uno de los motivos que me llevan a seguir su ejemplo de canalizar a través de una educación basada en los valores y principios en que yo creo, así como también en el profundo amor a Dios y la fe católica que siento y que deseo sea transmitida a las generaciones futuras.
Hace 58 años se pusieron las sólidas bases del colegio. En aquel entonces era una pequeña simiente, hoy después de casi 12 lustros es un frondoso árbol. Desde 1950 hasta el día de hoy, en que el Colegio Nuestra Señora de la Fuensanta es señero entre los de su clase esforzándose y entregando lo mejor.
Desde aquí hago un llamado a todos los ex alumnos para que desde las raíces del pasado seamos siempre fieles a la identidad de nuestro colegio, escuchando e interpretando los signos de los tiempos que nos llaman siempre a nuevos desafíos.
Muchas personas hoy ocupan puestos privilegiados en todas las facetas de la vida,(sería imposible recordar a todos los alumnos que pasaron) que permanecieron cierto tiempo en nuestro Colegio, tienen un sentimiento de añoranza hacia su colegio que fue su alma mater cultural, y que aún despierta en ellos un deseo de cooperar en su engrandecimiento. Pronto se va a iniciar los trabajos de terminación del Colegio y he de dejar que sólo se debe a otro avatar de la vida a la jubilación de mi hermano Juan Carlos.
Si nuestros antepasados nos legaron lo que hasta hoy hemos tenido, somos nosotros los que debemos recordarlo. Sólo si valoramos el pasado sabremos cuidar lo que tenemos ahora para proyectarnos con confianza hacia el futuro.