lunes, 28 de julio de 2008

crisis


Nuestras vidas se ven empañadas casi a diario por cosas pequeñas que al final se hacen tan grandes que enturbian los pequeños momentos de felicidad llenándolos de fobias. La tan temida llamada crisis. ¿Que qué es la crisis? Una palabra que al mismo tiempo significa peligro y oportunidad. Existen las previsibles que nos llegan desde que nacemos hasta el fin de nuestros días (infancia, adolescencia, vejez), de estas raramente nos escapamos, ya que llevan implicadas enfermedades, complejos, jubilaciones, etc. Existen otras crisis que dependen de adversidades de la vida cuando los aportes primordiales nos hacen caer en ellas (accidentes, inundaciones, incendios, terremotos). Cuando surgen lo hacen tan rápido que no nos da tiempo de reaccionar. En estas crisis, tendemos a solidarizarnos en ayuda a los demás.
¡Y la gran crisis!, de la que hablamos desde el desayuno a la cena, ¡la que no nos deja dormir!; la crisis económica, la que nos aporta muchas secuelas emocionales forzosas: resignación, abatimiento, desconsuelo, síndrome estudiantil, porque creen que no lograrán finalizar su carrera, etc.
Para la hipoteca no llega el dinero, pero si no puedes pagar la hipoteca, el mayor problema es para ti. La crisis financiera produce una reacción en cadena en el sistema, con muchos bancos que perecen al tener dificultades de fondos y de liquidez al acentuarse la sospecha en su volumen de no poder reintegrar a los ahorradores.
Las jornadas de sol a sol en la agricultura no compensan al ver que el precio final de venta se ha multiplicado y el gasóil está por las nubes; los pescadores dejan amarradas sus embarcaciones; los transportes se quedan parados en las autopistas sabiendo que son el aparato circulatorio de una nación llevando el plasma y la savia nueva por todo el territorio, luchando con su vida entre inclemencias del tiempo y falta de seguridad y para todos la eterna pesadilla de volver a ser un número del INEM, las pensiones anquilosadas, el salario mínimo... qué decir, los inmigrantes trabajando quince horas al día para llevarse algo a la boca, los pisos tan caros como el traspaso de un jugador de fútbol y los alquileres, que salvo a determinadas personas que cumplan estrictamente las condiciones establecidas son subvencionados, pero en ningún caso la ley contempla a divorciados que además de hacer frente a la reducción de nóminas y crear una nueva casa no se les tiene en cuenta y mucho menos a pensionistas.
Y todo o casi todo por el temible euríbor (tipo europeo de oferta interbancaria), más bien diría yo sinónimo de adeudos y subastas, un forajido legal al que nunca le podremos retar.
No va bien España, se agrieta. Nos hacen llorar, unos por las crisis interiores de sus partidos --si no se ponen de acuerdo ni ellos--; otros porque han creado la vida de sueños y no saben que los sueños, sueños son.
Como sociedad no podemos ver y aceptar que desde las altas esferas se hable de crisis de Estado trayendo desconfianza y a su vez conflictos que se derivan de ello, huelgas intentando que lleguen sus propuestas más arriba ya que de todos es conocido que una crisis política trae una económica.
Cada vez cargamos con una existencia más molesta en la que acostumbradamente nos conducimos como autómatas. Nos ocupamos por conservar un trabajo y no por nuestro desarrollo personal, de ahí que surjan crisis en la deshumanización.
Creo y pienso que es de las pocas cosas que aún podemos seguir haciendo, que como en otras ocasiones los españoles nos hemos sentido fuertes y en los momentos difíciles tengamos la fortaleza suficiente y por mucho que nos cueste tener la mente fría, que nos haga actuar con serenidad y sobre todo sabemos que el ingenio mata el hambre aunque nunca la fantasía es mejor que la realidad; la crisis del mundo se sustenta por la aspiración en manifestar la superioridad frente a otros países, ahora será la conflagración por petróleo, y dentro de poco la conquista por el agua; pensemos que la tempestad pueda ser pasajera y que la calma sea pronto nuestra aliada. Que la luz nos acompañe, pero cuidado con los recibos.

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